Cómo todas las mañanas, y después de una ducha caliente, Martin se disponía a desayunar su habitual pan tostado con café. Ya pasaban más de las 7:30 de la mañana y tenía que apurarse si no quería llegar tarde al trabajo

¡Demonios! Otra vez llegaré tarde. Olvide ponerle gasolina al auto, y no creo que llegue con esta poca que tiene. Además es lunes y habrá mucho tráfico.

Ya se que voy hacer. Le pondré gasolina y para acortar tiempo tomaré un atajo. Tomare el atajo que da hacia el parque abandonado.

Y así fue, casi todas las mañanas hacia lo mismo hasta que una mañana ocurrió lo inesperado. Su auto se quedó estancado en un gran oyó, ocasionado por las lluvias de la noche anterior. No sabía que hacer para secar su auto de allí, así que empezó a buscar algo que le sirviera para hacer una especie de rampa y ayudar a los neumáticos trasteros para que salieran de ese lodazal. Por fin encontró una tabla larga, pero en ella había unas letras marcadas o más bien grabadas. Estaban algo borrosas, parecía una tabla muy vieja.

Sintió curiosidad por saber que era lo que estaba allí escrito así que empezó a límpiala para poder leerla. Después de limpiarla aún así no lograba entender que era lo que está allí escrito, eran una especie de letras en otro idioma acompañadas de extraños signos. De repente un extraño ruido lo alertó.

¿Que fue ese ruido? Mm! Debe de haber sido algún animal, no creo que haya nadie por aquí, este lugar está muy abandonado y desde hace años que nadie pasa por aquí. Si, debió de ser una ardilla.

A los pocos minutos se escuchó otro ruido, esta vez parecían lamentos.

¿Quien anda allí ? Si lo que buscan es asustarme, no lo van a lograr, así que déjense de juegos y váyanse de aquí.

¿Pero que es eso? ¿Que hacen esas mujeres allí reunidas? Me acercaré un poco más para ver qué demonios hacen.

Pero al tratar de acercarse más una de las mujeres lo tomo del hombro y lo tiro al suelo. Martin al ver a esa mujer se quedó paralizado de terror, no podía creer lo que estaba viendo. Era una mujer con la cara gris, con la cuenca de los ojos oscuros, y la boca grade manchada de sangre. El voltio a ver a las demás que ya estaban junto a él. Una de ellas traía restos de un pequeño cuerpecito. Era el cadaver de un bebe ya ruñido y desmembrado. No podía moverse, el miedo y el desconcierto lo mantenían inmóvil. Pero en un momento de lucidez, se levantó y salió corriendo de allí sin mirar atrás. Corrió y corrió tanto que sin darse cuenta ya estaba en la entrada de su trabajo.

Desde entonces ya no toma atajos y siempre llego témpano a su trabajo.

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