Llegó al lugar previsto o eso creía, pero en principio sí.

Lo primero que hizo Damián fue sacar el ordenador de la mochila, un portátil extremadamente fino. Así podría ubicarse a la perfección. Lo encendió y se conectó a internet sin ningún problema. Todo perfecto.

Estaba sudando. Su corazón estaba acelerado, pero al conectarse comenzó a relajarse un poco.

– Por favor, qué la llamada también funcione – No se dio cuenta que hablaba en voz alta, como cuando necesitaba ordenar bien sus pensamientos.

Abrió el programa de videollamada y marcó.

Los segundos siguiente fueron interminables.

Pero apenas fueron unos segundos.

Al otro lado estaba Jorge.

– ¡Jorge!, ¿me escuhas? ¿ Me ves? ¿Puedes oírme?

Las cejas de Jorge se levantaron tanto que parecía que iban a salirse de su cabeza de semejante impulso

-¡Damián!

-Sí, soy yo. ¡Sí! ¿Puedes oírme?

-Sí, sí, perfectamente …. También te oigo. Todo ok. La recepción es buena.

Damián expiró lentamente. La comunicación funcionaba. No se fiaba de que esa nueva tecnología funcionase siempre. Todo se había comprobado, todas las pruebas correctas. Pero no era lo mismo vivir esto en las propias carnes. Si no tenía comunicación estaría sólo. Ahora tenía que comprobar el móvil.¿Cuánto tiempo llevas ahí?, ¿acabas de llegar?

– Sí, acabo de llegar. ¿Cuánto tiempo ha pasado ahí? ¿Hace cuánto que he salido?

Esa era otra. Las dilataciones en el tiempo entre la partida y la llegada. La verdad es que le preocupaba menos eso que las comunicaciones, en el siglo XXI podría adpatarse perfectamente unos meses o incluso años, pero, sin comunicaciones lo pasaría muy mal.Dos semanas y tres días. No está del todo mal. El sistema …

– Sí, sí , ya sé. ¿Dónde están los demás?

– Ahora llamo al director, aquí todo está bien, tranquilo. Dime, ¿qué es lo que ves?

– Eeeeh, campo, claro. Debe ser el lugar previsto. Voy a ver la ubicación exacta, a ver, espera … Sí, esto es Mondariz, mmm, al norte. Coincide, estoy en el punto exacto.

– Vale, vale, bien. Comprueba fecha y hora.

– Aquí pone 10 de abril de 2020.

– ¡Bien, bien!. Perfecto.

– Sí, por ahora todo correcto.

– Vale, ahora coge el cristal, bueno, el móvil, como lo llaman ahí y comprueba que todo esté bien.Ok, ahora.

Damián sacó de la mochila lo que parecía un teléfono móvil, un smartphone, aunque era un cristal perfectamente camuflado como el aparato estrella de aquel momento. 

 – Perfecto, todo está sincronizado. 

 Damián se llenó los pulmones de aire y respiró lentamente para calamarse. Y para prepararse de lo que ahora venía. Todo indicaba que se convertiría en el primer cronista in situ y podría relatar desde su perspectiva, y con su  propios ojos, los inicios de la gran pandemia de principios del siglo XXI.

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